martes, 5 de mayo de 2015

El caníbal y el descabezado

Por aquella época no había redes sociales y en el barrio ningún niño podía permitirse una computadora o una Nintendo así que pasaban el tiempo jugando fútbol y corriendo por el destartalado y enmontado parque del descabezado. 
En realidad ese no era su nombre pero alguien se llevó la placa de bronce de la estatua (Que ya había perdido la cabeza mucho antes) por lo que ningún niño sabía a quién representaba. Un día Jaime y Luis incluso llegaron a los golpes cuando el uno llamó idiota al otro por decir que era una estatua de la virgen pero con pantalones.
Eran tiempos de yoyo, trompo y cometas. Tiempos felices en general, y a pesar de la pobreza, un buen lugar para ser niño. 
Cuando dejó de soplar el viento de agosto se pusieron de moda las hondas. En realidad era un nombre incorrecto pero así se les conocía en esta región. Nada de resortera, cauchera o tirachinas como dirían los más internacionales. En ese entonces todos las llamaban hondas.
Los niños más habilidosos las hacían ellos mismos con madera y mangueras de las que se usaban para inyectarle suero a los enfermos; los más torpes recurrían a sus padres, pero todos tenían una y la habilidad para darle al objetivo determinaba su posición dentro del grupo.
Aquella mañana de domingo seis de los más traviesos y  mugrosos niños del barrio jugaban a golpear  latas desde unos diez metros, con más fallos que aciertos; cuando apareció el caníbal llevando una sniper 2000.
Andrés “Caníbal” Fernández tenía unos once años igual que  los demás pero un padre alcohólico, una madre prostituta y un tamaño propio de un quinceañero lo habían convertido en una amistad prohibida para cualquier otro niño de la zona. Niños que de todas maneras nunca habían mostrado interés en confraternizar con alguien que había destrozado a palos a tres chicos mucho más grandes que intentaron quitarle la merienda.
Bueno, no intentaron acercarse hasta que le vieron la sniper 2000.
Una sniper 2000 era el sueño de todo aficionado a lanzar piedras. Hecha en materiales diseñados por la nasa según la publicidad de los cómics, era perfectamente ergonómica, llevaba una culata ajustable que reposaba en tu antebrazo dando estabilidad al disparo y lanzaba piedras  a una velocidad y con una fuerza capaces de atravesar el metal (Bueno, eso también según la publicidad).
Cómo a un padre alcohólico y una madre prostituta se les ocurrió comprarle algo tan caro y peligroso a un niño apodado caníbal era todo un misterio.

Los niños enmudecidos observaban cómo el caníbal colocaba botellas sobre una banca y se acercaba a ellos contando los pasos. Cuando estaba a unos veinte metros decidió que era suficiente y montó su sniper con una piedra negra que sacó de su bolsillo. David, el más osado del grupo, dijo con voz temblorosa: 

      -Imposible, nadie le da a esa distancia.

El caníbal sorprendido de que alguien le hablara los miró con ojos enormes durante un segundo y luego fingiendo indiferencia replicó:

-         - Ayer lo hice varias veces.

Debieron tomar el hecho de que el caníbal no los asesinara como un permiso para acercarse porque tímidamente lo fueron rodeando para admirar mejor aquel portento de la tecnología espacial. La legendaria sniper 2000 en vivo y en directo.
Aunque fastidiado porque no lo dejaban disparar, el caníbal contestó a todas sus preguntas, tal vez por primera vez sintiendo que era un niño del barrio. Sin embargo su voz ronca y sus brazos enormes impedían que alguien se atreviera a pedirle permiso de tocar aquella cosa.
Un pájaro solitario de esos que llamaban tierrelitas se posó en lo que quedaba del cuello de la estatua, a unos diez metros de ellos.

-         - ¡Una  tierrela!  - Gritó David y rápidamente lanzó una piedra con su honda de madera pero pasó lejos del pájaro que no pareció percatarse de nada.
Todos los niños empezaron a lanzar piedras hacia la estatua y el pájaro totalmente ajeno al peligro movía su cabeza distraídamente. La lluvia de piedras cada vez pasaba más cerca del ave pero era también cada vez menos tupida. Los brazos se cansaban y aquel pajarraco parecía haber hecho un pacto con el diablo.
David agarró la última piedra que le quedaba y se acercó a unos cinco metros.
Estaba punto de disparar cuando la voz  del caníbal lo detuvo:

-          -Yo lo haré.

Se alejó un poco más quedando a unos doce metros de la estatua, colocó en posición la piedra negra que no había podido usar aun y estiró el brazo.  Apuntó cuidadosamente y cuando disparó todos escucharon el gemido del aire.
La piedra golpeó en el cuello de la estatua a pocos milímetros de las patas del ave que esta vez sí salió piando lejos de ahí. Había sido el que más cerca estuvo de darle, pero había fallado.
Los niños empezaron a reír con ganas y a rechiflar el fallo de la sniper 2000. Andrés los miró frunciendo el ceño y torciendo la boca en una mueca que les recordó a aquellos inconscientes que ese del que se estaban burlando era el caníbal Fernández.  David comentó de repente que su madre había hecho jugo de piña y todos corrieron apresuradamente en lo que si no era una huida se parecía mucho. 
El caníbal los observaba rabioso por las burlas y aun alcanzó a escuchar como alguno hacía comentarios sobre las pretensiones de darle a botellas a veinte metros cuando no había podido pegarle a un pájaro que estaba más cerca.
Los siguió observando, enfurecido por haber hecho el ridículo ante ellos, hasta que los perdió de vista. Entonces sacó algunas piedras del bolsillo y casi sin mirar destrozó en fracciones de segundos todas las botellas  que había colocado y que se encontraban a más de los veinte metros originales.
Se disponía a acercarse a la banca para colocar más botellas cuando el pájaro marrón volvió a posarse sobre el cuello del descabezado. Andrés agarró una piedra y le habló al pájaro.

-          -Por tu culpa quedé como un idiota.

Apuntó con cuidado y disparó. La piedra pegó nuevamente en el cuello de la estatua y el pájaro huyó una vez más.
El caníbal miró el suelo a su alrededor en busca de piedras aptas para su sniper 2000, recogió algunas con aires de entendido y cuando levantó la mirada el pájaro estaba nuevamente  en lo alto de la destartalada escultura.

-         - Pájaro imbécil. No debiste volver.

Nuevamente apuntó y nuevamente pegó en el cuello del descabezado. El pájaro voló hasta la copa de un árbol, fuera del alcance de cualquiera.

-          -Quédate allá tonto. No podré cuidarte todo el tiempo.

Recogió unas pocas piedras más y decidió regresar a su casa. Le dirigió una última mirada triste a los árboles y a la estatua.

-          -Acabarán matándolo, seguro.

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