sábado, 3 de enero de 2015

Pajarraco



Desde que se sentó a mi lado supe que era un pesado. No llevaba más de cinco minutos junto a él y ya había visto las fotos de sus dos hijas y la cicatriz que le había dejado una operación de no sé qué.
Me arrepentí de haber echado a la basura el sedante que me ofreció otro pasajero.
Nueve horas de vuelo hasta La Habana y me toca el pasajero más parlanchín del avión.
-¿A qué se dedica?- Preguntó aquel pajarraco de corbata casi tan chillona como él.
-Soy ingeniero aeronáutico.
-¿Entonces fabrica aviones?
Sabía que no podría deshacerme de él y decidí darle cuerda un rato. De todas maneras la película era un asco.
-Sólo partes de ellos. Mi compañía trabajó en algunas cosas de este modelo de Boeing.
-Entonces... ¿Puede usted garantizarme que este avión está bien hecho?
-No. La verdad es que no. No se lo puedo jurar.
El avión dio una fuerte sacudida. Una azafata cayó de forma muy fea y se nos ordenó abrocharnos los cinturones.
-¿Es eso normal?- preguntó con cara de angustia.
-¿Que nos pidan abrocharnos los cinturones? Sí, es normal. Que la azafata se haya dado en el trasero, también.
-Me refería a la sacudida, hombre.
-No estamos en una zona de turbulencias. Lo cierto es que ha sido bastante atípica.
Una segunda sacudida mucho más violenta hizo que el pánico se apoderara de algunos pasajeros. La cabeza me empezaba a doler.
-¿No va a hacer algo?- preguntó apretándome el brazo con fuerza. Le quité la mano y lo miré con extrañeza.
-¿Yo?
-Sí. Usted es ingeniero.
-Necesito una copa.
-Dios. Y aún no he escrito un libro ni plantado un árbol.
-¿Qué?
-Ya sabe. Se supone que para morir realizado se necesita haber plantado un árbol, tenido un hijo y escrito un libro.
-Vaya estupidez- Contesté intentando recordar dónde había oído eso mismo.
-Al menos tengo dos hijas- continuó con el asunto el pajarraco.
-¿Dos?
-¡Sí, hombre! Le he mostrado las fotos hace nada.
-Es cierto, lo había olvidado. Bueno, ya que tiene dos, puede contar una como árbol.
-¿Cree que se puede?, yo creo que eso sería hacer trampas.
-Usted mismo- le dije con indiferencia.
En ese momento miré por la ventanilla y observé como un motor explotaba arrancando un trozo de ala del avión.
-Yo que usted, amigo, contaría a una de sus niñas como árbol.
-¿Por qué?
-Eso le dejaría unos noventa segundos para escribir un libro.

12 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Hola, gracias por comentar.
      Me sales "unknown" y me he quedado pensando ¿Con quién estuve yo hablando de sombreros recientemente?.
      No es que me lo quite con frecuencia, es que soy desmemoriado.

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  2. Muy bueno, Jhon. Me has hecho sonreír varias veces con este relato que me atrapó desde el principio.

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  3. Magnífico y divertido relato con un final muy bueno. Logras empatizar con el personaje a la perfección. Muy bueno. Saludos.

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  4. Jaja, muy divertido. Excelente Jhon me gustó mucho la gracia de tus personajes que como si fuesen mexicanos ven divertida hasta hasta la peor de las situaciones.

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  5. XD, buenísimo Jhon. Me encanta tu sentido del humor. Estoy llorando de la risa, es muy bueno el relato. Un abrazo

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    1. Gracias Ana lía, esa es la mejor forma de llanto. Me alegra que te guste.

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  6. Saludos, agradable relato, poco sociable el ingeniero y un final duro pero con mucha pisca de humor .-). Éxitos!

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