Supongo
que lo que me impide llamarte y pedir perdón es ese estúpido Pepito grillo
interior susurrándome que probablemente volveré a meter la pata.
Una impertinente vocecita con excelente memoria que recita con detalle mis errores anteriores.
Ese maldito entrometido que lleva la cuenta de todas las veces que pedí una última oportunidad.
El infeliz tasador que ha valorado mis arrepentimientos a un precio menor que el de la mierda.
Ojalá ese imbécil dejara de decirme que estás mejor sin mí.
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