miércoles, 29 de octubre de 2014

Tetas


La entrada era carísima. Pero qué demonios, había tetas.
Las copas también tenían precios abusivos. Pero había que armarse de valor. Era noche de tetas.
La guapa y escotada camarera notó que no le quitaba el ojo y pensó que quería otra copa.
-¿Lo mismo, guapo?
-Sí, con tetas. Hielo, quise decir hielo.
Se alejó sonriendo y no supe si no me escuchó o le daba igual. El vaso de “Four roses” con coca cola apareció en mi mano sin que me diera cuenta. El billete de veinte también desapareció sin que me percatara.
Una chica pechugona que parecía estar muy drogada vino tambaleándose hasta mí.
-¿Quieres tocarme las tetas?
-¿Cómo dices?- Grité.
-¡Que si quieres alcanzar tus metas!- Gritó ella aún más fuerte.
Un tipo enorme y musculoso se acercó y la apartó de mí. Le dijo que ya había metido suficientes porquerías y que era hora de ir a casa. Me lanzó una mirada fulminante y tensó los músculos.
No pude evitar pensar que parecía tener tetas grandes bajo la ceñida camiseta Calvin Klein.
-¿Qué tetas creyendo?
-¿Cómo dice?
-¿Qué te estás creyendo? ¿Que puedes venir a ver si encuentras alguna chica pasada de tragos para abusar de ella?
-¿Yo? Yo jamás haría eso.
-Vi como la mirabas, cerdo.
-Sólo le miraba un poco las tetas.
El gigante lanzó un grito y todo se oscureció. Cuando volví a abrir los ojos un bello par de tetas estaba a pocos centímetros de mis ojos.
-¿Esto es el cielo?
-¿Tetas pasando de listo conmigo?
-¿Eh?
Era la camarera. No me repitió lo que había dicho antes pero pude suponer qué era. Me levanté mareado y tras dar sólo un par de pasos perdí el equilibrio.
La camarera corrió a rescatarme. Sus tetas se bamboleban a cámara lenta como en un capítulo de “Baywatch”. Sentí que la tierra se abría a mis pies y traté de agarrarme a ella. Me sujeté accidentalmente, lo juro, de sus tetas.
La siguiente vez que abrí los ojos, nuevamente había un par de tetas cerca. Miré hacia un lado para evitar más problemas y noté que estaba tras las rejas de alguna inspección de policía de barrio.
Bueno, al menos compartía calabozo con una chica pechugona.
Una voz gruesa y profundamente masculina se presentó como Samantha.
Un policía abrió la reja y me dijo:
-Borrachito, lárgate. Y no busques más problemas.
Lanzó una mirada asqueada a Samantha.
-¡Tú también desaparece maricón! Hoy estoy de buen humor.
Salí a la calle y me di cuenta que no tenía billetera. Un taxi se detuvo a mi lado.
Samantha iba en el asiento trasero.
-¿Te vienes, nene?
Qué diablos. ¡Tetas son tetas!

lunes, 27 de octubre de 2014

Días de guerra

Sigo subiendo un relato nuevo y uno viejo, tomado de mi antiguo blog.
Este en particular es mi favorito. No porque sea mejor que los otros, simplemente porque fué mi primer relato. La primera cosa que escribí allá en el lejano dos mil uno.
Ha sufrido mil correcciones y aún sigo viéndolo inacabado.

Días de guerra


Día 124
Es el cuarto mes de guerra sin cuartel. Mis tropas caen jadeantes al suelo sin
que yo pueda hacer nada para mitigar su dolor. Por el contrario, con los ojos
encendidos de pasión les grito inmisericorde: ¡Sigan peleando!


Día 127
Aunque era un acto irracional, estúpido, suicida; lancé mi horda de
sentimientos, harapienta, mal equipada, sin entrenar, en un vano intento por
destruir la férrea defensa que había construido tu orgullo. Ese Orgullo al que
nombraste comandante en jefe de tus tropas y contra el que nada pudo hacer
Amor Puro, comandante de las mías, general joven e inexperto, pero valiente
como pocos.

Día 132
El último bombardeo de palabras crueles que lanzaste acabó con dos de mis
mejores soldados: Ilusión y Confianza.
Mi Amor Propio se voló la tapa de los sesos y la Esperanza desertó.

Día 140
Pesimismo me entregó un informe preocupante: “Se nos acaban las
provisiones. Tendremos que entregar nuestra bandera”.
El informe completo decía lo siguiente:
"Nos quedan recuerdos para una eternidad.
Vida para unos años
Fuerzas para unos días.
Se nos acabó la dignidad".
-¿Cuánta paciencia nos queda? -pregunté nervioso. Nadie supo darme una
respuesta clara.

Día 143
Mi último ataque, comandado por la Desesperación, descargó una fuerte
metralla de súplicas que tus tropas repelieron con facilidad. Finalmente los
encargados de llevar a cabo el operativo perecieron a manos de un pelotón de
promesas rotas.
Fue así como acabé aquí, en el Waterloo de tu abandono. Con el cañón del
olvido metido en la boca.
Todo es en vano, al olvido no le quedan balas...

Día 145
Cuando tus tropas entraron triunfantes a mis ruinosas trincheras me
encontraron suspendido en el aire. Me había quitado la vida ahorcándome con
tu mirada. La encontré tirada en un rincón de mi corazón.

Día 146
Mientras tus sentimientos arrojaban mi cuerpo en un barrizal, encontraron una
nota en el bolsillo de mi chaqueta. Era mi despedida, un último mensaje cifrado
para que tus servicios de inteligencia lo decodificasen. No les costó mucho
esfuerzo revelar el mensaje, era para ti:
“SIEMPRE HABRÍA ESTADO AHÍ”.

Impasible


Cosas que deberían al menos alertarme pasaban frente a mis indiferentes sentidos. ¿Valiente? No, desde luego. Más bien irresponsable y probablemente estúpido.
Transcurría la vida como una película en la que no soy ni siquiera un extra. Sólo un espectador aburrido y desinteresado.
Claro que eso no es del todo culpa mía. El argumento no podía ser más soso: Tipo nace, crece, se reproduce y se queda esperando a morirse de alguna cosa poco digna.
Da igual lo que haya sobre el plato. Todo de un tiempo para acá me sabe a lo mismo.
¿Les conté cómo bostecé ruidosamente sin poderlo evitar, mientras Sandra entre lágrimas me explicaba sus motivos y hacía la maleta? Empecé a pasar canales en la tele y no escuché el portazo que seguramente, muy a su estilo melodramático, dio al salir.
¿Trabajo? Sí, aún lo conservo. El jefe confunde mi aburrimiento con sangre fría y eso, suele decir, es indispensable en nuestro oficio. Cualquiera que lo escuché pensaría que la aseguradora es sólo una fachada tras la que nos escondemos mientras por las noches salvamos al mundo.
Por mi parte el mundo puede reventar mañana.
Hoy me han invitado a la final del campeonato de fútbol. El que había sido equipo de mis amores jugaba la final y yo mecánicamente me puse gorro y camiseta para asistir. Todos lloraban desconsolados el cuatro a cero al salir. Yo me enteré del resultado al día siguiente cuando vi el titular en un kiosco de periódicos. Intenté forzar mi cerebro a reaccionar pero estaba tan desconectado como cuando Sandra se largó.
En ese momento fue cuando verdaderamente me di cuenta que había algo mal en mí y empecé a preocuparme.

viernes, 24 de octubre de 2014

Monster

Un viejo relato del que me hizo acordar una buena amiga y que rescato del antiguo blog.

Monster

No supe cómo empezó todo, cuando desperté aquel ser ya estaba sobre mí. No pronunció ninguna palabra, se limitó a gruñir y babear. Su aliento era insoportable, pero en ese momento parecía ser el menor de mis problemas.
En la oscuridad sólo distinguía el brillo enfermizo de sus ojos inyectados de sangre. Intenté levantarme pero una enorme garra me detuvo en el suelo con facilidad. Parecía observarme, medio curioso, medio divertido. Clavó sus garras en mi piel y empezó a moverlas cómo si hiciera algún tipo de dibujo. Por algún motivo que no logro precisar ahora, levanté la cabeza e intenté mirar qué dibujaba, pero me lo impidió estrellando mi cráneo con violencia contra el suelo. Grité de dolor y supliqué por mi vida, pero no parecía entender mis palabras. No había visto antes a esa extraña bestia, pero de algún modo me resultaban familiares su olor nauseabundo y el tacto de sus llagas purulentas.

De un solo golpe atravesó mi pecho y pude ver como arrancaba mi corazón, lo llevaba a su boca y lo comía con asqueroso deleite. Estaba tan extasiado ante el macabro festín que no me percaté del extraño hecho de seguir con vida. Aquel ser devoró ante mis ojos atónitos ese corazón sin el que, en otras circunstancias, ya debería estar muerto. Lo defecó sobre mí y lanzó un poderoso rugido que a mí me pareció una carcajada.

¿Quién o qué era ese ser pestilente? ¿Por qué parecía disfrutar tanto destrozándome poco a poco? A pesar de las circunstancias en las que me hallaba no podía dejar de preguntarme lo mismo una y otra vez. No lograba quitarme la sensación de que aquel misterioso engendro era un viejo conocido.

Me sacó de mis pensamientos con una bofetada. Tras el dolor de un corazón arrancado perder un par de dientes no era nada. Me arrancó los ojos clavando certeramente sus dedos en mi rostro… no lloré. Estaba agradecido de no tener que seguir mirando. Unos minutos después de haber visto por última vez la luz sentí que por fin se aproximaba la anhelada muerte. La vida se me escapaba poco a poco y aquel ser me zarandeaba con furia tratando de alargar su diversión. Sus esfuerzos fueron inútiles.

Escapé del único modo que se puede escapar de las manos de aquel terrible demonio al que ahora desde las alturas podía ver claramente a pesar de la ceguera. Ese demonio que ahora con la sabiduría que trae la muerte puedo reconocer: EL AMOR.

jueves, 23 de octubre de 2014

Hora de jugar

Microrrelato con el que participo en un concurso de relatos de terror. Máximo 160 palabras.

Hora de jugar

Carla ahogó el grito clavando las uñas a su marido. Aunque sabía que era inútil, susurró:
-Enciende la luz.
-Si la enciendo nos verá.
-Si no la enciendes, no lo veremos.
Pedro tocó el interruptor con su bate y tomó posición como esperando un lanzamiento.
La voz infantil canturreó fuera:
-Tito no béisbol, Tito futbolista.
Algo rompió el cristal y Pedro pensó que sería una pelota. Era el perro… muerto.
-Perrito aburrido. No juega Tito.
El sofá que bloqueaba la puerta cedió y un bracito lleno de cortes exploró dentro.
-Ven, mamá. Deja bebé. Juega con Tito.
Pedro soltó el bate.
-Papá jugará, Tito.
Carla suplicó a su marido con llanto mudo.
-Cuando salga, coge al bebé y corre.
Carla no contestó. Se limitó a mover un poco más el sofá.
Pedro caminó fingiendo sonreír y evitando mirarlo a las cuencas vacías.
La vocecita se escuchó una vez más. La mujer corría.
-No dolerá. Tito bueno. Tito rápido.

Besos



Lo besó en la mejilla.
Lo besó en la frente.
Lo besó en la boca.
Lo besó con lengua y sin lengua.
Lo besó apasionadamente.
Lo besó incluso con rabia y con odio.
Lo besó hasta enamorarse.
Lo besó hasta que sintió que no podía vivir sin besarlo.
Lo besó toda la vida.
Pero a pesar de todos sus besos...
Sólo era un puto sapo.

Capítulo uno

No es mi primer blog. Seguramente no será el último y desde luego no me sorprendería lo más mínimo que tuviera un final triste y solitario.
Pero aquí está, dispuesto a comerse al mundo (Igual que los ingenuos blogs anteriores).
"Hoy decidí vestirme de payaso" toma su nombre del mejor cuento del mundo, el cuál forma parte del mejor libro de cuentos del mundo: "Todos estábamos a la espera". Del maestro Alvaro Cepeda Samudio.
Para rescatarlos, y para que se vea menos desierto este blog, voy a ir publicando algunos de mis viejos escritos, mezclados (espero) con nuevos relatos.
No prometo regularidad, pero al menos prometo empeño.

Jhon Barcasnegras.